En una ocasión, no de
este año 2016, sino una de hace más de ocho, un amigo, algo angustiado,
sufriendo porque él es de esas personas que llevan la verdad a cuestas y dicha
verdad le había costado en aquel momento su trabajo, me decía que Honduras,
este país nuestro de cada día, está maldito desde que nació.
“Desde el nombre, amigo,
desde el nombre —me decía— estamos malditos. ¿No habrá alguna forma, quizás
consultando (aquí se le iluminaban los ojos) de cambiarle el nombre? Podría
llamarse Victoria, Triunfo, Fortaleza…”
Y así, mi amigo, se
devanaba los sesos pensando en la posibilidad de un nuevo nombre para este mi
país. Yo, que en ese momento me sentía seguro porque tenía un pequeño empleo,
sólo lo miraba y trataba de absorber las ideas, pero no le prestaba mucha
atención. Cuando uno se siente seguro, es imposible ponerse a meditar, o reflexionar
sobre algunas cuestiones vitales.
Y es que, en efecto,
hasta el nombre lo tenemos de alguna manera equivocado.
Yo lo único que recuerdo
con mucha nitidez, y eso fue porque un maestro (allá en los años mozos) nos
contó la historia de que Cristóbal Colón en uno de sus viajes (no recuerdo
cuál, ni me interesa) casi, casi se hunde con uno de sus famosos barcos
enfrente de las costas de la Mosquitia hondureña, en el departamento que ahora
se llama Gracias a Dios y justamente por eso se llama así porque el bueno de
Colón exclamó (nos contaba el maestro emocionado al borde de un orgasmo): “Gracias a Dios que salimos de estas
Honduras”.
¡Qué bonito, verdad!
Allí nació nuestra
verdadera desgracia. Nos clavó dos nombres contradictorios en una sola frase.
Gracias a Dios y Honduras. Aunque, con desagrado, el maestro también nos
contaba que antes de llamarnos Honduras nos llamábamos Guaymuras, o Hibueras…
por allí anda la cosa. No, pues si se nos ponía a elegir yo creo que de los
tres el mejor era… pues ninguno. Se imaginan como nos dirían ahora: guaymureños
o hibuereños… o algo así. No, pues sí… desgraciados desde el inicio. Así no se
vale.
Honduras viene de hondo,
estancado, profundo, oculto… no sé todo aquello que remite a algo muy al fondo.
Y aquí estamos en estas Honduras.
¿Si le echamos un vistazo
al pasado, si tuviéramos una máquina del tiempo como las que nos venden en las
historias de ciencia ficción, y pudiéramos volver al momento exacto donde a
alguien se le ocurrió ponerle Honduras a Honduras, haríamos algo? ¿Seriamos
capaces de decirle que no, que no le ponga ese nombre por favor porque de
alguna manera nos está desgraciando para muchísimos años, siglos o lo que sea?
En este momento, además
de ser los terceros en el ranking de los países más violentos, somos el 126 (de
174) de los más corruptos (http://lavozdelmuro.net/los-10-paises-mas-y-menos-corruptos-del-mundo/)
del mundo con una puntuación de 29. Ummm. 126 no está mal diría cualquiera al
ver que nos alejamos del número uno. Pero es que esta lista es al revés, el número
uno es Dinamarca y el segundo Nueva Zelanda y son los que tienen menos
corrupción, el 174 (el último), el más corrupto es Somalia. Y si comparamos los
números entre 126 y 174 hay muy poca distancia. El desempleo, para aquellos a
quienes les gustan las cifras no las conozco, pero sí sé que yo estoy
desempleado. Y así hay muchísimos sin trabajo. Vivo en Tegucigalpa y aquí, cada
vez que sales a la calle la pregunta que te haces, encomendándote a Dios es:
¿Regresaré vivo a casa? La inseguridad, la violencia, el hambre, la
desesperación… es nuestro pan de cada día.
En definitiva, estamos en
unas Honduras muy hondas y lo que muestra el futuro no parece muy agradable. En
este momento la población está aumentando considerablemente día a día, los
recursos se siguen acumulando en pocas manos y los medios de comunicación nos
esclavizan con mejores técnicas cada vez más.
Para las personas que tienen posibilidades
económicas, mis palabras se resbalan como piedras sobre un océano, porque la
comodidad elude cualquier responsabilidad, pero para los que día a día estamos
luchando por sobrevivir, quizás si encuentren un lugar para reflexionar.
Y aunque no es un nombre
el que nos define, si influye en la manera como nos comportamos. En este
momento, 2016, justo en este mes de junio la mayoría de personas están
embebidas en el fútbol (otro opio de los pueblos), la Copa América Centenario y
la Eurocopa. ¿Y después qué? Gane quien gane, vayamos con quien vayamos seguimos
aquí, quejándonos de todo. La anestesia (o droga) nos sirve muy poco.
Dicen que todo momento en
la historia es difícil, y que nadie está contento con la época que le toca
vivir, para los que ya vamos avanzados en la vida, es cierto. Nuestros abuelitos
se quejaban de su tiempo, nosotros nos quejamos de nuestro tiempo, los que van
creciendo también lo harán. Al fin y al cabo, de algo se tiene que quejar uno
¿No?
Yo no sé si en el 2116
seguiremos llamándonos Honduras, pero si no es así, por favor, busquen un
nombre que, en vez de hundirnos, nos haga sobresalir en todo lo que se
considera bueno. Para entonces, como es lógico, de nosotros, los de esta época
ya no quedará ni el recuerdo. Estaremos en lo más hondo de nuestra Honduras.
La sombra
en el marco
lasombraenelmarco@gmail.com